Vestido con un chaleco de paramédico palestino, saltaba varias veces al día al interior de una ambulancia… Era el primero en salir del vehículo y ponerse a levantar cascotes, sacar fotos, ayudar a los heridos, animar a los familiares, llamar por teléfono a Italia para contar lo que sucedía, compartir tabaco con todo aquel que se lo pidiese… y quejarse. Quejarse siempre y en alto. Vittorio y el miedo no congeniaban. Él nunca se agachaba cuando la explosión sonaba cerca, Vittorio tenía la voluntad de los persistentes. La honestidad de quien estaba dispuesto a llegar hasta el final.
Vittorio Arrigoni no era un activista, era un palestino más. Era uno de los miembros más conscientes del Movimiento de Solidaridad Internacional, el extranjero que más tiempo ha pasado en la Franja de Gaza tratando de formar un grupo estable de activistas que participasen en la resistencia no violenta de los palestinos contra la ocupación.
Pasó a formar parte del núcleo originario del movimiento “Free Gaza” con el objetivo de romper el bloqueo marítimo israelí a través del envío de barcos que zarpaban desde Chipre transportando periodistas y activistas hasta la Franja asediada. Vittorio y media docena de personas comenzaron a establecer acciones de resistencia no violenta contra el ejército israelí. Salían cada mañana a faenar con los pescadores. Ofrecían su presencia y sus pasaportes como escudo humano para evitar que las patrulleras israelíes les disparasen. Grababan los ataques y se lo contaban al mundo. Vittorio fue detenido por la armada. Le dispararon con una pistola eléctrica. Cayó el mar. Casi se ahoga… Tras varios días en una cárcel israelí fue deportado a Italia y dos semanas después regresaba a Gaza. Él nunca tiraba la toalla.
Cuando la guerra terminó e Israel decretó la prohibición de transitar por los terrenos adyacentes a la frontera, los más fértiles de Gaza y de los que miles de campesinos dependen, Vittorio lideró una vez más al grupo de voluntarios extranjeros que se ofrecían con sus chalecos y sus cámaras como escudos humanos para que las familias pudieran acceder a recoger sus cosechas. Le disparaban y él lo grababa y lo contaba. Sin miedo. Con convicción. Ese era su trabajo.
Vittorio murió asesinado por un fanatismo integrista que se opone a la paz. Sólo por ayudar, por luchar sólo con el corazón, por creer que otro mundo es posible… Porque seguimos siendo humanos, como él decía.
Gracias a él y a otras personas como él nos damos cuenta que aún hay en el mundo quien tiene principios, quien vive por y para la paz, para la ayuda, para gritar que tenemos derechos como humanos y que deben ser respetados. El murió, pero su labor nos da fuerza día a día, aúna corazones para que latan al unísono y sigan con su misión, para que griten en contra de las injusticias y no se queden de brazos cruzados viendo como la política y la economía están por encima de la humanidad. Y qué mayor honor para nosotros que además de representarnos su espíritu solidario nos represente su nombre… ¡Seguimos siendo humanos! y no nos cansaremos de gritarlo, por ti, por nosotros, y por todo el que necesite voz porque la opresión intenta silenciar sus gritos de auxilio.
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